Bocchi The Rock. Cómo salir ahí fuera. (Mi viaje a través del anime, Parte 3)

Daniel Fernández
10 min readApr 5, 2023

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Dado que esta serie de análisis sobre anime los estoy haciendo desde la perspectiva del descubrimiento de un nuevo medio, no es que sea el mayor experto en ninguna de los subgéneros, tropos o tendencias que ha seguido esta industria. Por eso precisamente tuve que hacer un poco de investigación sobre un concepto que domina el tema de este artículo: moe. La manera más breve de describirlo es esa manera tan exagerada y propia que tiene el anime de mostrar algo adorable, pero hay algo más en el fondo. El moe puede ocupar desde un personaje a la historia entera de un anime y explotó en popularidad en el cambio a la década de los 2010 gracias al doble combo de Suzumiya Haruhi y K-On. Hasta entonces, un personaje pensado para ser adorable y ganarse los afectos del público estaba ahí para dar otro toque a una historia que iba de otra cosa, pero ahora el hecho de que las protagonistas fueran cuquis y adorables era la historia. Hay franquicias multimillonarias enteras sostenidas en el atractivo de unos pocos personajes. Con esto en mente, son bastantes las obras que intentaron aprovechare la locura colectiva de “chicas cuquis haciendo cosas” para lanzar ideas al vuelo y ver si alguna les hacía millonarios. Y la cuestión es que hay varias de estas obras que tienen algo que decir más allá de las protagonistas en sí. Una de ellas muy reciente y de tanta calidad que se atrevió a plantar cara al monstruo que es Chainsaw Man y que, depende de a quién le preguntes, incluso le ganó. Sobra decir que Bocchi The Rock es bastante especial.

Bocchi the Rock cuenta la historia de Hitori Gotoh, una chica en el equivalente japonés de 1º de Bachillerato que busca desesperadamente que alguien reconozca que existe, después de años y años de sentirse incapaz de acercarse a los demás. Para conseguir tal hazaña, Hitori aprende a tocar la guitarra, con la esperanza de que un día haga un solo tan increíble que todo el mundo entienda cómo se siente, sin esas tonterías de tener que “hablar”. La cosa va como nos podríamos todos imaginar: absolutamente nadie se interesa por ella, ni siquiera cuando lleva su guitarra a clase para que alguien le pregunte. Tampoco es que pase nada, su canal “guitarhero” tiene 30 000 suscriptores, y a todos parecen gustarle sus covers. No necesita el apoyo de gente en su vida real.

Hitori estaba en un parque, sintiéndose mal consigo misma, cuando se encontró con Nijika Ijichi. Bueno, más bien, Nijika entró en el espacio personal de Hitori con la fuerza de una excavadora, pidiéndole casi de rodillas que se uniera a su banda porque necesitaban a una guitarrista para ayer, y con ayer me refiero a inmediatamente después de aceptar. Un desafío tan grande sólo podía acabar en desastre, pero Hitori salió al paso por medio de un cosplay de Solid Snake. Y ya de paso ganó dos amigas y un mote: Bocchi.

Es en este primer episodio donde vemos el primer caso de algo que Bocchi The Rock hace constantemente. Cuando Nijika, Hitori y la bajista Ryo Yamada empiezan a practicar, Bocchi no es capaz de coordinarse porque sólo sabe tocar sola, por lo que unos títulos de crédito aparecen para decirnos adiós y decirnos que ese es el fin de la serie. Pero unos falsos títulos de crédito son sólo el principio. Estos momentos, que se engloban bajo lo que llaman “tiempo Bocchi”, estiran las convenciones de la animación hasta el infinito, con cosas como un corto de figuritas, monigotes de papel, la grabación de una mano real o la animación 3D más chusca que jamás se ha aprobado para una obra audiovisual. Bocchi The Rock tiene varios puntos en común con obras como K-On o Nichijou, pero estas dos obras no tenían estas mismas ganas de jugar con las convenciones de su propia animación como lo hace esta serie.

Aunque, por supuesto, el tema que motiva esta ambición creativa es otro completamente distinto, porque el “tiempo Bocchi”, en términos más generales, tiene otro nombre: catastrofismo. Toda esta locura visual son representaciones de la pobre cabeza de Bocchi, que está constantemente bombardeada por todo lo que podría salir mal. Jamás ocurre como ella piensa, pero es esa presión, que apreciamos visualmente de formas que trascienden su propia animación para incentivar aún más lo intensa que es la idea, la que hace que Bocchi tenga tantos problemas para moverse del espacio mental en el que está.

Al final del primer episodio, la recién formada Kessoku Band aún es exclusivamente instrumental, por lo que necesitan a una cantante. Bocchi, sin más opciones que la chica más popular de todo su instituto, Kita-chan, fracasa estrepitosamente al intentar hablar con ella. Al final, es la propia muchacha la que habla con Bocchi y se apunta de inmediato. Al principio, Kita-chan parece enérgica y aún más extrovertida que Nijika, con tal aura de amabilidad a su alrededor que literalmente ciega a todas las demás chicas. Con un par de capítulos, sin embargo, nos damos cuenta de que Ikuyo Kita, la chica más popular del instituto que literalmente irradia buenas vibras y positividad, está poco mejor compuesta de la cabeza que Bocchi. Kita-chan es una chica llena de neurosis cuyo nombre es una puta broma (El equivalente español sería una chica llamada Aquí Vamos) y aún así se lanza en tromba a socializar para asegurarse de que nadie mira más allá y descubre sus complejos. Por mucho que Bocchi aprenda, aunque sea un poco, de Kita y su política personal de abrirle las puertas a todo el mundo, Kita también aprende de Bocchi el enfrentarse a algo difícil y encararlo con tenacidad y paciencia. Más importante aún, Kita aprende que todos los posts de Instagram del mundo no se pueden comparar con dejarse los dedos aprendiendo con alguien que sinceramente quiere estar ahí contigo y enseñarte a tocar la guitarra.

Todo esto me lleva a los obvios paralelismos entre las cuatro integrantes de la banda, que hacen que se complementen tan bien dentro de la historia y son un maravilloso vehículo para las mejores bromas a este lado de Pop Team Epic. Y lo mejor de todo es que no más de la mitad son referencias, con una historia que deja un hueco más que de sobra para que las chicas simplemente… se conozcan y hablen entre ellas, lo que deja los paralelismos entre ellas aún más patentes. Por ejemplo, hay una correlación de 2 a 2 entre las 4 protagonistas en más de un aspecto, desde lo introvertidas o extrovertidas que son a lo bien amueblada que tienen la cabeza. Esos rasgos opuestos generan dinámicas casi por sí solos, los cuales, unidos a los rasgos más concretos de cada una (como que Ryo va de hipster savant pero es más burra que un arao y es la clase de persona que te invita a un café y acabas pagando tú), hacen que cada diálogo sea un placer que me ha dejado más agustito que enrollado en una manta.

Y eso es cuando el anime pretende ser gracioso y agradable, porque veréis, Bocchi The Rock esconde una trampa. Es una serie amable y que nunca abandona el humor, pero su fondo es una historia sobre inseguridad y confianza en uno mismo que utiliza el humor como el colchón que suaviza el impacto. Aunque dependiendo de vuestras circunstancias puede parecer que el colchón tiene 40 años y está intentando salvar una caída de 10 pisos, yo aviso.

Obviamente, si toda la trama va de Hitori entrando en una banda, la música y la animación de cómo se toca esa música es muy importante. Por suerte, Bocchi the Rock se compromete al representar todo el proceso de tocar instrumentos musicales y toda la parafernalia de tocar en un grupo indie que acaba de empezar. Hay tomas que se enfocan desde los ojos de Bocchi hacia la guitarra y muchas otras tomas que muestran poses, formas de tocar y técnicas reales, que son las que le dan el toque de verosimilitud que toda serie necesita (excepto las que Trigger produce, porque son demasiado guays para verse limitados por las barreras de la realidad). Si seguís artistas en Twitter, sabréis el reto que supone dibujar manos, por lo que animar manos tocando una guitarra supone lanzarse en plancha derecho al fracaso si no sabes lo que haces. Por suerte, en CloverWorks saben muy bien lo que hacen, con una enorme atención al detalle de la posición de las manos e incluso animando cuerdas individualmente, pero también sabiendo elegir sus batallas y sin mostrar más nivel de detalle del necesario en planos generales. Conseguir un acuerdo comercial con la empresa de amplificadores Marshall es otra muestra de lo decididos que estaban a representar el mundo del rock indie con todo el cariño del que eran capaces. Incluso partes del ramo que no conocía, como demandar cuotas de espectadores para asegurarse un mínimo de entradas, se utilizan para empujar a Bocchi a lanzarse a la calle y mantener su crecimiento personal a un ritmo bastante ligero, dentro de lo que le sigue costando.

En un momento dado de la historia, Hitori conoce a una mujer más mayor que ella, la bajista Kikuri Hiroi. Es un desastre. Llamarla alcohólica funcional sería hacerle un favor porque no sé hasta qué punto “funciona”. Hiroi es al mismo tiempo una ayuda inestimable para Bocchi, porque ha recorrido el camino que ella está empezando, tanto como una llamada de advertencia porque, en fin, apenas sabe tenerse en pie. Y aquí la serie va a la yugular con una futuro hipotético en el que Bocchi se ve en la misma situación que Hiroi, rodeada de latas de sake barato y encerrada en su habitación durante años.

Y… mirad, iba a habar de Bocchi The Rock igualmente porque era una serie muy cuca con ideas muy interesantes sobre cómo explotar los recursos del anime para contar una historia divertida y con un fondo que llega a la patata. Pero… me he dado cuenta de algo cuando vi el miedo de una Bocchi de 17 años ante ese futuro: yo tengo 26 años. Apenas he tenido trabajos, no es que tenga la mayor vida social del mundo, vivo con miedo de dar un paso a un lado y que salte una mina y no sé procesar mis propias emociones porque ciertas personas decidieron hace muchos años que era divertidísimo atacarme por ellas. Aún a día de hoy vivo en un ecosistema que no me permite dar lo que sé que tengo a los demás y no termino de creer las cosas buenas que me dicen por una sensación de estancamiento que ni siquiera depende enteramente de mí, sino de alguien que no ha vivido una vida plena desde que le conozco. Yo soy la Bocchi que se rindió. Esta fue el metafórico golpe al estómago que me tenía reservado este anime.

Y hasta decir esto así me sabe fatal, porque en realidad hay gente en mi vida, a la que quiero mucho y es un trago muy amargo pensar que no puedo sentirlo lo suficiente. Pero es así, yo he cumplido el miedo de Hitori de no aprovechar su juventud, porque he llegado a la edad adulta sin saber siquiera superar mi infancia sin una mochila de neuras que a este paso arrastraré el resto de mi vida. Todo lo que he intentado o he expresado en muchos momentos, incluido en mi propia casa, se ha recibido desde con heladora indiferencia a absoluta hostilidad. Cuando llevas tanto tiempo como yo o como Bocchi viendo cómo cualquier esfuerzo no lleva a nada, llega un momento en el que aceptas que nada importa. Así que me he rendido con prácticamente todo.

Todo menos esto.

Con Hitori fue la guitarra, conmigo fue mi anterior blog y esta página y hablar del arte que me importa. A diferencia de Bocchi, que sí tenía una motivación clara de que la gente por fin la reconociera, yo no tengo muy claro por qué ha sido esta la única cosa con la que he seguido, sin importar estadísticas o metas a conseguir, pero eso tiene que significar algo. Así que aquí seguiré, pero además de eso tengo que hacer más, ir más lejos, aceptar por fin ser malo en algo y seguir haciéndolo. Tengo que hacer lo que Bocchi me ha animado a hacer.

Además Nijika dice “Bocchi the Rock” de forma no irónica dentro de la serie, 10/10.

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Daniel Fernández

Hay sólo dos cosas en este mundo sobre las que sé un poco: estudios literarios y narrativa popular. Unreal Worlds consiste en unir ambas cosas.